Micromuseo - Bitácora

domingo, 3 de mayo de 2015

MARIANA BOTEY ESCRIBE PARA "STELLAR", DE GIANCARLO SCAGLIA, NUEVA RUTA DE MICROMUSEO EN LA SALA LUIS MIRÓ QUESADA GARLAND


Vista parcial de instalación en la Sala Luis Miró Quesada Garland
con imprimaciones de los muros acribillados de El Frontón
y fragmentos de la cárcel bombardeada.

Bajo el subtítulo de Stellar continúa 
en la Sala Luis Miró Quesada Garland 
la exposición de Giancarlo Scaglia
presentada como la más reciente ruta de Micromuseo.
Su título principal remite a la categoría Poéticas del resto,
 concebida por Gustavo Buntinx 
––el curador de la muestra–– 
para nombrar una sensibilidad artística 
recurrente en nuestra producción contemporánea. 
En su argumentación más extensa, 
ese término abarca también 
obras recientes de Gladys Alvarado Jourde 
y Maya Watanabe, entre otr@s.

Hace unos días publicamos el texto curatorial. 
Ahora hacemos lo propio con el impresionante escrito
aportado para esta experiencia por Mariana Botey,
teórica mexicana y singularísima 
de nuestras artes excéntricas,
basada ahora en la Universidad de California en San Diego.


LA ETERNIDAD A TRAVÉS DE LOS ASTROS

Stellar de Giancarlo Scaglia

Mariana Botey


Todas estas tierras se abisman, una tras otra,
en las llamas renovadoras,
para renacer y recaer una y otra vez,
una clepsidra que se vuelca monótona,
dándose vuelta sobre si misma 
y vaciándose eternamente.
Es lo nuevo siempre viejo y lo viejo siempre nuevo.

Louis-Auguste Blanqui
La eternidad a través de los astros


Stellar de Giacarlo Scaglia nos consigna al resplandor de vislumbrar—abismados— la revolución como una suerte de destierro sideral. En las calcas negativas, estriadas por las balas-estrellas, imperturbables en su melancolía, hay el retorno fantasmal de una revolución equivoca y trágica. Contemplamos estupefactos los índices de la aparición ingrávida de un pathos que arresta el fulgor terrible de una insurrección suspendida; desdoblada en inscripciones y copias que se suceden y suspenden en el tiempo —una y otra vez,  trazadas en piedras, muros, ruinas, balas, papel, la plata del cielo, el plomo del mar y la trama de las estrellas.

Louis-Auguste Blanqui, la figura heroica de la Comuna, temido y admirado por Marx, quien lo nombra “la cabeza y el corazón del partido proletario en Francia,” ese Otro (sosía) en el que se ilumina y desdobla Baudelaire —quien admiraba a Robespierre y creía ver en Blanqui su regreso “ardiente y puro”: la calca, la vuelta del fantasma al centro de la conspiración colmada de furia y terror de las barricadas. Condenado por sus insurrecciones contra la monarquía, temido por su violentos ataques contra el clero, contra la burguesía, contra el orden social, denodado organizador de sociedades secretas; ácrata y espiritista al mismo tiempo, Blanqui fue encarcelado más de veinte veces y tres veces condenado a muerte. Durante la Comuna de Paris y desde el calabozo más terrible del Fuerte de Taureau, Blanqui escribe La eternidad a través de los astros, un libro excéntrico a su divisa política. Escrito al margen de la historia —de hecho, escrito para negar radicalmente la historia— el breve tractatus sideral nos propone una teoría general del universo, un discurso de fuga estelar donde los astros son alegoría de la eternidad, la fractura poética de la fatalidad de la historia —una doble veladura, que a la vez oculta y revela, bajo el signo de una masacre y la imposibilidad de la revolución, una infinita repeticion actualizada.

Stellar de Giancarlo Scaglia nos devuelve a esa bifurcación desde donde celda, prisión y montaña de cadáveres acribillados ominosamente se fugan hacia una trama sideral; donde el tiempo del relato y testimonio nos remite a un tiempo usurpado por su retorno compulsivo; mitad demoniaco, mitad melancólico. Desde la inevitable negación del tiempo que es la eternidad sub especie del espacio: las ruinas, piedras, restos y calcas invertidas velan y revelan constelaciones que a manera de augurio desfalcan y alteran los restos y polvo de una historia abdicada.

Aquello que ocurrió aquella aciaga madrugada del 19 de junio de 1986 en la isla penitenciaria El Frontón  dejara estupefacto al porvenir. La turbulencia de signo sacrificial del senderismo y el fracaso civil y republicano. Tal vez otra modalidad a ultranza de las operaciones poéticas y melancólicas de Scaglia sea hacer de la insurrección una resurrección hipotética de un destierro astral, un eterno  retorno: los acontecimientos de El Frontón legitiman la réplica —otra repetición— a la otra celda, en el Fuerte de Taureau, en el año de la Comuna. Innumerables fantasmas superpueblan de copias y dobles otras estrellas y planetas, copias que se desconocen entre si, dando lugar una regresión infinita, la monotonía imperturbable de un retorno que hace de la historia un laberinto invisible e incesante, petrificado en la ruina y el polvo, refractado en las estrellas.

El Frontón Coordenadas 12° 7’ 0” S, 77° 10’ 54” W El Frontón Coordenadas 12° 7’ 0” S, 77° 10’ 54” W Según escribe Blanqui todas las encrucijadas del universo están colmadas  por nuestros dobles. El “efecto” Blanqui retorna en Stellar, este efecto es a la vez un tumulto y un reposo. “Esto que escribo en este momento en una celda del fuerte de Taureau, lo he escrito y lo escribiré durante la eternidad, sobre una mesa, con una pluma, con vestimentas, en circunstancias semejantes. Así cada uno”.  Lo fantasmal del retorno es la mirada abismada al paisaje / muro incrustado de balas, las líneas borradas de consignas de la lucha armada, huesos, metal y el polvo sideral. La placa negativa en el papel de un instante eterno, vertiginoso y sin salida —lugar y tiempo que usurpan todo concepto de progreso, pero también ponen en órbita la imagen en su dialéctica suspendida.

Stellar es un caso raro de rigorismo metódico de la multiplicación infinita de la materia que nunca cambia. Nos asombra en su resplandor que ilumina la fugacidad del retorno de aquella fantasmagoría de la revolución y la historia que se desdobla en angustia mítica, desorbitada, en rotación perpetua. Scaglia paradójicamente explora los enigmas de la eternidad a través de los astros desde la inmovilidad hierática de los rastros de una materialidad que se pliega en la inscripción y huella de la violencia que al volverse negativo revela el mapa de las estrellas. Desdeñando la ficción pueril de la novedad y el porvenir, para regresarnos a un espacio vacío de tiempo y sentido. Una clepsidra que conjura una estética de la evanescencia; nítida, ominosa y cifrada en las pieza de arte como el índice de una fantasmagoría a cielo abierto.

California, abril de 2015

Detalle de una de las imprimaciones de los muros abaleados. 
El Santo Sudario.